La noche llenaba todos los huecos de la ciudad y la sombra caía sobre los dedos que señalaban al cielo en una falsa amenaza, los bloques de edificios. El día que derrochaba frío frente a un brillante sol daba paso al susurro del viento y el clásico golpear de las ramas de los árboles contra la ventana. La habitación en penumbras observaba al niño que se había quedado dormido en la cama agarrando un libro de Historia. El niño soñaba y ni siquiera el viento se atrevía a subir de volumen para no despertarlo. Tan sólo mecía en sus brazos unos deteriorados trozos de papel.

Nunca te amé. Tan sólo me hacías sentirme mejor. Me hacías sentirme un ángel. Tan sólo era el miedo de que lleguen las ocho y media o nueve, y que me digas que te acompañe a tu casa. El miedo a despedirme de tí en la puerta y no verte hasta el día siguiente. Estar todo aquel tiempo solo,pues cualquier otra compañia no llamaba mi atención. Tan sólo eso,nada mas. Nunca te amé.
Me faltó poco para tocar las nubes. Sentí el calor de las manos que me estrechaban los dioses. Pero tu alma perdida vio el fruto prohibido y fui desterrado de aquel cielo. Recuerdo aquellos meses. Recuerdo la niebla que cubría mis ojos. No era capaz de ver ni de escuchar. Sólo podía sentir el dolor. Me había tomado el veneno y no me diste el antídoto. Ahora sé que el mejor antídoto es el tiempo...pero...el veneno me dejó una enfermedad crónica. Y así, todas las noches de luna llena no puedo dormir y tengo que esperar el crepúsculo del sol para volver a sentir la mano del sueño en mis ojos y poder olvidar la imagen del cuchillo en mi pecho.
Eva desapareció. En su lugar quedó alguien que vagamente reflejaba su hermosura. El fruto prohibido también contiene cianuro. La pócima que lentamente se reparte por tu sangre y entra en tu cabeza causándote un gran placer, destruyendolo todo. Tus gestos cada vez son más alejados de los de ella. Tan sólo tengo que hacer un pequeño esfuerzo para entender que mi amor es imposible, ella no está en el mundo material. Has cambiado tanto que a veces no te reconzco al verte por la calle. La mirada siempre risueña y despierta ha dado lugar a un rostro adormilado y que no sabría ubicarse. Has encontrado tu paraíso. No te puedo agarrar de la mano e impedirte seguir a ese ángel que te llama con la mano y que dulcemente te enseña los dientes. Sus alas le salvarán del abismo. ¿Qué harás tú?

Solo puedo escribir, pero sé que las cartas nunca llegarán a su destinatario. Son cartas perdidas,tan solo rescatadas de mi alma con mi mente para escapar de la realidad... una vez más.