De nuevo esta tristeza que rompe mi cabeza.”Algunos reconocerán el estribillo de una canción, otros recordarán algún momento de sus vidas en el que se hayan sentido tristes y compartirán el sentido de estas palabras y claro que habrá quien eche un fugaz vistazo a la primera línea descartando la posibilidad de seguir leyendo. Cada uno con su circunstancia, su situación actual y todos los actos del pasado que dan nombre a su vida. Cada uno con la memoria de los hechos que les convirtieron en lo que son , hechos que los volverán a cambiar y construirán al ser más bello o tal vez al más grotesco. Pero hay algo en nosotros, algo distinto que late dentro escondido de todos los peligros para no ser dañado y cumplir con su misión. Un diminuto ser que nos empuja hacia ciertos actos o tal vez evita que los cometamos. Algunos lo enterramos tan dentro, convencidos de la absoluta verdad de lo presenciable, que los desesperados gritos del ser no llegan a nuestros oídos. Les colocamos la lápida sabiendo que estamos en lo cierto. Nos mutilamos con ello empujándonos así mismo hacia un futuro incierto con la garantía de la infelicidad…
“De nuevo esta tristeza que rompe mi cabeza.” Algunas de estas reflexiones cruzaban fugazmente mi ser surgidos desde el fondo de mi alma de la misma manera como el libro que levanta el polvo del suelo tras una rápida carrera a favor de la gravedad. Mientras tanto la Lluvia golpeaba la ventana saludándome.
-¿Te vienes a dar una vuelta?- dijo ella.
-Cómo no, abrázame fuerte- y tras una pausa añadí- te he echado mucho de menos.
-Ven aquí.-dijo la Lluvia.
Salí a la calle y así paseamos durante horas ella y yo.
Su frío tacto apagaba el calor de mis mejillas. Mi pelo estaba completamente mojado. Las gotas de agua resbalaban por mi frente y algunas incluso conseguían cruzar mi sonrisa. El mundo se apartaba a nuestro paso escondiéndose en los portales, bajo los paraguas y tapándose con la ropa.
-Déjalos, simplemente no saben apreciarte- susurré y ella me dedicó una sonrisa que abrió mi alma con todas aquellas cicatrices. Se mostró algo triste al ver las huellas.
-Estoy bien- le tranquilicé,-tan solo necesito saber a dónde ir.
Ella me cogió de la mano y toda la gente que se escondía en sus refugios pudo contemplar como mi figura se desdibujaba tras la brillante pared de agua mientras seguían maldiciendo aquel bello y gris día.