Ha pasado un año ya. Como de costumbre me he quedado sólo en casa. La noche cayó de pronto, como todas las noches invernales y el viento no para de silbar colándose por los huecos de las puertas. Estoy sentado en el sofá, recordándolo todo. Ha pasado un año ya.
La calle es igual a la calle que veía por aquellos días. Esta imagen hace que todo lo que ha pasado hasta hoy me parezca un sueño y yo, me acabo de despertar y al hacerlo me doy cuenta de que sigo amándola con locura y que mi vida no vale nada sin ella a mi lado. Me doy cuenta de a quien ella le hace compañía. Me doy cuenta de que si no acabo con esta ilusión empezaré a llorar.
Levantándome me estiro y con alivio me doy cuenta de que aquello está en el pasado. Suspiro y me quito de encima las pesadillas que me agarraban por el pecho, fui un loco dejándoles apoderarse de mí hace un año, pero ahora el veneno del amor ya no está presente en mi sangre. Ya no fluye libremente por mí y no pincha mi corazón cada vez que éste impulsa la sangre por mis arterias.
Moviéndome a oscuras por el salón me dirijo a la cocina para beber algo de agua o lo que encuentre. Cuando estoy sólo en casa suelo apagar las luces y no estoy seguro de si lo hago para ahorrar electricidad o porque me siento más cómodo a oscuras. Pero en la cocina me veo obligado a darle al interruptor y cegarme con la intensa luz blanca que golpea mi cabeza hasta que me acostumbro a ésta. Mientras que bebo el agua de un vaso los recuerdos no paran de acosar mi cabeza y de pincharme. Por ahora es una dulce melancolía a la que no puedes dejarla escapar entre las manos si no quieres caer en una buena depresión.
Aquel día que comimos aquí. Otro que cenamos. Me acuerdo de cuando nos quedamos hablando en el sofá. Me acuerdo de … Al diablo...